Cuando cuentas tus historias de viaje a otras personas, es muy común escucharles decir que ellos también quisieran viajar, que siempre han tenido un destino que quisieran visitar y luego de varios años te encuentras con ellos y siguen con el mismo deseo aún sin cumplirlo, porque siempre tienen algo como prioridad, que no les permite hacerlo.
Estas personas generalmente siente admiración por todos tus viajes, generalmente tienen la percepción de que eres una persona muy arriesgada….y no están equivocados.
Cuando viajas corres el riesgo de que nada en tu vida vuelva a ser como antes, estás tomando el riesgo de abrir tu mente, pones en peligro la percepción de todo lo que creías que era y resultó ser diferente, te arriesgas a querer llegar cada vez más lejos, y saber que ningún destino puede ser imposible.
Dicen que cuando lees te transportas a donde tu imaginación lo permite, pero qué decimos cuando la realidad ya te llevó a vivir las mejores experiencias?
Un viaje puede ser tu propio libro de aventuras, drama, amor, autoconocimiento, geografía, y lo mejor, un intercambio cultural.
Es indescriptible lo que se siente al estar parado frente a los principales iconos turísticos del mundo que viste tantas veces en fotos o en televisión; y ni qué decir de lo fascinante que es cuando encuentras lugares que no sabías que existían y que te envuelven en su magia, sea por su lejanía, su historia, su cotidianidad, o simplemente por la especialidad de sus habitantes, pues aunque no hablemos el mismo idioma, una sonrisa es el mejor gesto en cualquier lugar del mundo.
